Los asesinos de Noir

Zorro de papel

Caminaba por el laboratorio haciendo las comprobaciones rutinarias, cuando me adentré en la sala de Reina. Desde el incidente de las mariposas moradas no había vuelto a entrar, ordenes de Geef. Había rumores de una nueva "inquilina" en la sala, cosa que me trajo mucha curiosidad y por lo que decidí ir a mirar de quien se trataba. Nada más entrar por la puerta, allí estaba, un niña de piel blanca como el lomo de un armiño, con los ojos grises pálidos y el cabello azabache. Quieta como estaba parecía una muñeca. Me acerqué despacio y sigilosos mientras alzaba una mano para intentar tocar una de esas mejillas de las cuales parecían ser de porcelana.

- ¿Sí? ¿Qué necesita?- de inmediato se giró hacia mí y sus ojos miraban a un profundo vacío que nunca entendería.

Por un momento me paralicé. Estaba viva. La chica pestañeó ligeramente e inclinó la cabeza. Reina miraba hacia nosotros con cierta curiosidad en su mirada.

- Hola pequeña...- interrumpí pues no sabía su nombre.

- Aurora- respondió.

- Señorita Aurora, encantado de conocerte. Todos hablan mucho de ti. Soy Renard y trabajo aquí también. Soy el jefe de este laboratorio.- sonreí aun sabiendo que ella no podía ver y aunque intenté alcanzar su mano, ella instintivamente me percibió y la apartó.- ¿Me tiene miedo?

- No. Pero Crow me ha dicho que no me puedo fijar de los científicos.- comentó y volvió a colocarse bien en el sofá.

Cuando entré me quedé fascinado por su belleza y no me percaté de que Aurora tenia frente a ella una pequeña mesita con papeles y varias figuritas hechas con este.

- Te entretienes haciendo origami- me incliné cerca de la mesa- ¡Oh! Y por lo que veo también estas tejiendo. ¿Me harías algún día una bufanda?

- Crow me ha dicho que Reina estaba triste al verme todos los días sin hacer nada aquí. Porque ella no puede hacer nada, pero yo sí. Así que estoy haciendo esto para y por Reina.

- Crow, crow, crow y Reina. Siempre él y ella- chasqueé la lengua- Dime Aurora, yo soy un gran doctor, seguro que puedo curarte los ojos. ¿Qué me dices? ¿Quieres poder ver?

La chica quedó callada. Reina volvió a cerrar los ojos, gestó que me preocupó. ¿Tanto tenía que pensarlo? ¿No quieren los ciegos volver a ver? Yo podía curarla y aun así ella dudaba.

- No, gracias. Soy feliz así. Gracias a mis ojos puedo estar aquí. No los quiero cambiar por nada del mundo.

- Estás ciega, no puedes ver que te rodea. Si realmente vieras donde te ha metido tu "querido" Crow, ya estarías huyendo. Aquí todos son monstruos despiadados. Vives a oscuras de la realidad. Unos ojos que pueden ver los colores, las formas... ¿no es lo que desean todos?

- Puede ser. Pero yo no lo deseo.- finalizó- Tenga, no puedo hacerle una bufanda ahora, pero quédese con esto- dijo levantando una de las figuritas de papel que justo acababa de doblar.

- Aurora, no desistiré. Seguro, serías más hermosa si pudieras ver.- comenté y aprovechando que recogía la figurita le estreché las manos.

A diferencia de lo que esperaba, sus manos eran muy cálidas y suaves.

- ¡Crow!- se levantó soltándome y poniéndose de pie.

Me levanté también y me giré para ver su larga sombra sobre mí.

- ¿Qué tal, Crow? Hombre de pocas palabras como siempre ¿eh?- reprimí mis ganas de decir nada más- Bueno, si me disculpáis, Aurora, Reina. Me marcho. Por ahora.

Me despedí y caminé hacia la puerta, pasé al lado del chaval que de reojo no me miraba ni con rabia ni con desdén. Ya fuera, observé el origami, era un zorro naranja. Por unos segundos quedé mirando hacia la puerta cerrada. Nunca llegaría a entender que es lo que piensan esos tres.


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