Los asesinos de Noir

Una misión cualquiera en una cafetería


- Mira esa es la cafetería que te he dicho- Comentó Gabriel mientras le indicaba a Nathan que aparcara en el parquin del local.

- Pues no se ve mal.

- Entonces que pensabas. Y más vale que te cubras la cara que lo que nos faltaría ahora es que se montara un revuelo por haber un famoso por aquí.- le pasó las gafas de sol.

- Lo sé, lo sé- Se bajó del coche cuando se puso las gafas- ¿Y qué pasa contigo? Tenemos la misma cara.

- Ya me conocen. Los primeros días tuve ese problema, luego se dieron cuenta de que no lo era y ya me dejaron en paz.- comentó mientras entraban.

- ¡Hombre, Gabriel! ¿Te sirvo lo de siempre?- le saludó un hombre desde la barra.

- Sí por favor.

- ¿Y a tu acompañante?

- Un café cortado y también el tarro de azúcar.

- ¡Marchando!

Nathan y Gabriel buscaron un lugar cerca de la ventana para sentarse.

- Has visto lo rápido que se ha acostumbrado Brath a la nueva casa y a su estilo de vida.- inició la conversación Nathan al sentarse.

- Es un niño. Es una de las capacidades normales de los humanos, la capacidad de adaptación. Llega a asustar lo rápido que una persona puede adaptarse a los medios.- respondió de inmediato Gabriel- Pero te recuerdo que hemos venido a trabajar.

- Lo sé, no me lo recuerdes cada rato...- apoyó la cabeza sobre la mano.

- Aquí tienen sus cafés- llegó el hombre con la bandeja. Colocó las bebidas y se marchó de nuevo a la barra a atender a los demás clientes.

- Oye, al jubilarnos, podríamos montar una cafetería ¿Qué te parece?

- Vaya, ¿Crees que vas a vivir tanto?- arqueó una ceja- con nuestro ritmo de vida y tu "trabajo" no sé yo si llegaremos a jubilarnos siquiera.

- Madre mía, el alma de la fiesta... Que optimista- saltó su vena sarcástica.

- Ya, soy así. Tendrías que saberlo ya.

- No, si ya sé que no se puede bromear de según qué cosas contigo. Que soso llegas a ser.

- ¿Le ves?

- Aun no, pero según la información, a esta hora habría de estar por aquí.- dio un sorbo al café mientras miraba por la ventana.

- Espero que estés mirando al objetivo y no a tu reflejo- remarcó Gabriel

- Vaya, eso ha sido un intento de chiste- sonrió Nathan

- Por cierto, ¿para que querías el azucarero?

- ¡Oh! Ya lo veras. Los magos no revelan los trucos- le guiñó un ojo bajo las gafas de sol.

- Mira, ahí entra.

Un hombre, con pintas de oficinista, entró dentro de la cafetería y se sentó en una de las mesas cercanas a la pared. Pidió un café largo con azúcar y se puso a leer el diario que había en la mesa.

- Bien, cuando te diga, ves a pagar y sales fuera. Luego te diré que hacer- le susurró mientras acababa de beber lo que le quedaba en el vaso.

Gabriel y Nathan hablaron de cosas irrelevantes hasta que aquel hombre se había bebido medio vaso, entonces Gabriel se levantó a pagar y Nathan comentó que iría al baño primero. Mientras se dirigía hacia allí, hizo como que se tropezaba con una silla y cayó él, y el bote de azúcar que llevaba en mano al suelo, golpeando un poco la mesa del hombre.

- ¿Se encuentra bien?- le tendió una mano para ayudarle a levantarse.- ¿Se ha hecho daño?

- No, no es nada, mil perdones. No estaba mirando por donde iba.- se colocaba la ropa.

- ¿Están bien por allá?- preguntó el dueño desde la barra que estaba cobrando a Gabriel.

- Perdón por la escena estoy bien. Pero se ha caído algo de azúcar en el suelo.

- No se preocupe, ahora lo barro.

Nathan dejó el azucarero sobre la mesa y se fue al lavabo. En salir el azúcar del suelo ya no estaba.

- Disculpe el golpe en la mesa- se disculpó de nuevo.

- No, no ha sido nada. Que tenga un buen día.

- Igualmente- sonrió y salió de la cafetería.

Gabriel le esperaba al lado del coche.

- ¿Y bien? ¿Cuál es tu plan? A parte de tropezarte con la nada.

- Ahora es momento para Nathan, el mil caras y sus transformaciones – se sonreía con orgullo.

- Ya empezamos.

Esperaron un poco y el hombre salió de la cafetería. Se le vía un poco desorientado. Se le acercó Nathan vestido de oficial de policía. Y lo guio hasta el coche donde Gabriel esperaba para amordazarlo y meterlo en el asiento trasero. Le tiraron una manta por encima cuando dejó de moverse.

- ¡Pero que le has hecho al pobre hombre! ¿No lo habrás matado? Piensa que necesitamos sonsacarle información- se alarmó Gabriel al ver que el hombre ni se movía tras ser amordazado y tapado.

- ¡Qué va! Solo está algo drogado. Con la tontería de tropezar y tirar el azúcar, todos estaban suficiente distraídos para que pudiera echarle en la bebida un poco de polvos mágicos.- se sacó el traje y arrancó el coche.

- No quiero que me vuelvan a mandar a ninguna misión contigo. Bueno, con nadie... Soy científico, no tendría que hacer estas cosas...- suspiró.

- Hermanito, esta es la vida que nos ha tocado. Lo queramos o no, esta era la mejor para nosotros.-

- Pues sí que eres optimista...- suspiró mientras se quedaba mirando por la ventana como pasaban los edificios.


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