Los asesinos de Noir

El último aviso


Dos hombres inconscientes despertaron encerrados en una habitación sin ventanas ni puertas.

- Que dolor de cabeza ¿Dónde estoy?- miró a su alrededor.

- Puedo decir lo mismo- comentó el otro ya en pie.

- ¿Hola? ¿Hay alguien? ¡Socorro!- empezó a golpear las paredes.

- No tiene pinta de que esto vaya a bien.- señaló una de las paredes donde se encendió una pantalla.

- Creo que sabéis porque estáis aquí. –la voz se oía robotizada pero en la pantalla solo se veía un mapache comerse una rana.

- Yo me puedo hacer una idea. Pero significa que no saldremos vivos...- comentaba el que estaba más tranquilo.

- ¿¡Que significa esto?!- seguía el otro lanzándose contra las paredes y golpeado la pantalla- Quiero salir. Empiezo a tener claustrofobia...

- Este es alguno de tus juegos ¿verdad?- suspiró- Bien, pues te seguiré la corriente. Estoy aquí porque sospechan que esté filtrando información de Noir. Porque, por lo visto, mi intención era abandonar la organización.

- Correcto. ¿Y tú?

- ¿¡Enserio tengo que decirlo!? Yo no he hecho nada- gritaba nervioso.

- Incorrecto –El hombre recibió una descarga eléctrica- Te ha sido colocado una pulsera capaz de electrocutar. Intenta no equivocarte o subirá el voltaje.

- De acuerdo, de acuerdo- dijo el hombre en el suelo recuperando el aliento mientras se agarraba la muñeca donde estaba apretada la pulsera- Estoy aquí por malversación de dinero de la empresa.

- Perfecto. Por tales actos se os ha castigado a la Sala de Pensar.- El mapache miraba hacia la pantalla- Tenéis que tomar una decisión. Solo uno de los dos puede salir vivo de aquí.

- En resumen, que nos matemos. ¿y si no queremos?

- Cuando inicie la cuenta atrás empezará a disminuir la altura de la sala hasta quedar pegada al suelo. La decisión es vuestra. ¿Quién vive, quien muere? – El animal se puso a comer unas nueces.- Si en dos horas no ha muerto uno, el techo os aplastará a los dos.

- ¡QUE DICES! ESTAS LOCO- le gritaba a la pantalla.

- Yo os estaré observando, en la pantalla podréis elegir una vez, alguno de los artículos que queráis. – la pantalla pasó a una con unos recuadros con imágenes- Que disfrutéis de la estancia.

- Esta loco, todos lo estáis. Esto es una broma- se cayó de rodillas en el suelo.

- Tranquilo. – dijo el otro mirando el techo.- Sí, tiene pinta de que se pueda mover...

En una de las esquinas se abrió un pequeño compartimento del cual salieron varias armas. El hombre más tranquilo se acercó a ver. Había un bate de metal, unas tijeras, un machete y unas cuerdas. También fue a observar la pantalla para ver que podía pedir. Entre las opciones había vendas, un bocadillo de chorizo, sal, más cuerdas y una bebida de cicuta.

- No parece que haya ninguna obertura para salir ni para intentar trepar. Por mucha cuerda que tengamos no parece que podamos engancharla en ningún lado.- revisó el lugar.- Está totalmente vacío y cerrado.

- Hay que hacer algo. Hay que salir de aquí.- se había pegado a una esquina- ¿Es cierto que si uno de los dos muere, el otro sale libre?

- ¿Hum? Sí, Nathan suele cumplir su palabra, pero no es de fiar. Si te deja libre vivo de alguna forma se encarga de que no puedas ir a contárselo a nadie.

- Yo no se lo contaría a nadie. Si me dejan salir no lo volveré a hacer, me despediré si hace falta. Solo quiero salir de aquí.- se levantaba balanceándose hacia la pantalla.- Me ha entrado hambre.- clicó sobre el bocadillo.

La pantalla parpadeó haciendo desaparecer la imagen del alimento y abrió una pequeña compuerta al lado. El hombre metió la mano y extrajo un bocadillo envuelto en papel de aluminio.

- Con lo nervioso y estresado que estabas y ahora te pones a comer- se sorprendió.- bueno, gracias a eso sabemos que sí nos darán lo que marquemos.

- Que vamos a hacer... Nunca he matado a nadie...

- Ni yo tampoco, que te crees...- arqueó una ceja.

Ambos levantaron la cabeza al escuchar un chillido metalizado y como el techo había bajado unos centímetros. Los hombres intercambiaron miradas.

- ¿Solo vamos a esperar a que nos aplaste...?

- Hablar nos ayudará a despejarnos un poco. ¿Estas casado?

- No. Pero como nos vamos a poner a hablar ahora. Se nos acaba el tiempo tiene que haber una forma de salir.- masticaba ruidosamente el pan.

- Yo sí y además hace unos meses ha nacido el bebé. Yo le había dicho que era muy pronto para uno, pero ella insistía en que quería que su padre viera sus nietos.

- Y a mí que me cuentas. Ni que me importase tu vida. Yo en la empresa me estaba forrando. Mueve tanto dinero que nunca pensé que se darían cuenta si faltaba un poco.

- ¿Tú no sabes que esa empresa esta manchada de sangre desde los cimientos? Yo trabajo en la parte sombría y tú en la soleada.

- De que me estás hablando. Déjate de tonterías y acabemos con esto. – se levantó y se dirigió hacia las armas.

- No te muevas más.- le enseñó el bate.

- ¿Cuándo has cogido eso?- estiró la mano- De todas formas que vas a hacer con eso.

- Esto- en posición como si fuera a golpear una pelota de béisbol, lanzó un golpe directo hacia la rodilla del otro hombre.

- ¡Aaayy! ¡DIOS!- cayó al suelo agarrándose la rodilla ahora dislocada por el golpe.- Pero que haces cabrón. Duele...

- Perdón, pero no te iba a dejar matarme así como así.

- ¿Quién ha dicho que iba a hacer nada?- se retorcía de dolor en el suelo agarrándose la pierna.

- ¿Entonces me dices para que tienes el machete ya en la mano?- señaló el arma.

El hombre chasqueó la lengua y ambos quedaron en un silencio incómodo.

- Solo quedará uno. ¿Estas meditando quien merece vivir? – se mordía el labio intentando aguantar el dolor.

No hubo respuesta.

- ¿Qué pasaría si fuera al revés? Que tú eras un jodido maleante, ladrón y, yo el padre de familia. ¿Te hubieras dejado matar?

- Si tuviera mi misma mentalidad, sí. Sin dudarlo. Pero dudo que aceptes.

- Puedes pedir las vendas y acercármelas- pidió.

El hombre fue hasta la pantalla, en un impulso el otro hombre se levantó y cargó con su machete hacia la cabeza. Reacción a tiempo, lo esquivó pero golpeó su brazo.

- ¡Mierda!- sujetaba el corte del cual brotaba sangre.

- Jodete- dijo el otro mientras a pata coja recogía las vendas.- Ahora solo tengo que esperar a que te desangres y listo. Había apuntado al cuello así sería más rápido, pero no quiero ser un asesino.

- ¡Eres un...!- tuvo que contener la ira. Estaba perdiendo demasiada sangre.

Recogió las cuerdas y las ató alrededor del brazo intentando cerrar el corte que recorría desde el hombro hasta el antebrazo. Aun podía cerrar y abrir la mano, comprobando así que no le había cortado ningún tendón.

El techo seguía su tranquilo pero constante descenso.

- ¡Porque no te mueres ya!- dijo desde la otra punta el hombre, sentado agarrando las vendas, con un tono que empezaba a rozar lo desesperado.

- ¡JA! Espera sentado. Si crees que esto es suficiente para matar a alguien, es que aun te faltan años de experiencia.- comentó mientras sonreía, pero la pérdida de sangre empezaba a pasarle factura.

- Pues se te ve algo pálido.

- Pues lo tuyo se ve muy hinchado.

El hombre apoyándose en la pared se levantó. Estaba mareado y le faltaban las fuerzas. Pegado al muro se arrastró hasta la pantalla. Con su mano machada de sangre pulsó sobre la bebida.

- ¡Ey! ¿Qué haces? ¿Qué es eso?- se alarmó el otro en verle sacar una botella de plástico con bebida.

- Yo... Ya... - le templaron las piernas y cayó al suelo entre mareos.

La botella salió rodando hasta el otro hombre. Ambos se miraron. Los ojos casi empezaban a ponérsele vidriosos por la falta de sangre y la deshidratación. El otro se estiró para recoger la bebida aunque la pierna dislocada le impedía hacer mucho más. Miró el techo. Los dos hombres estaban en el suelo pero de todas formas ya estaba el techo tan bajo que tampoco se hubieran podido levantar ni queriéndolo.

- Me sabe mal por ti. Pero gano yo. Da igual lo que digas, por tu estado no vas a aguantar el tiempo que queda- sonreía triunfante.- No creo que los muertos necesiten beber ¡A tu salud!- alzó la botella y empezó a beber.

La sed le apremió y bebió una gran cantidad. Pero de pronto le empezó a dar una especie de convulsión. Se intentó levantar pero el cuerpo se le paralizaba y comenzaba a tener frio. Entonces escuchó una risa. Entre convulsiones miró hacia la otra persona.

- Te has adelantado a los hechos. El único que gana soy yo. Y solo porque no sabes lo que es la cicuta, ¿verdad?- respiraba de forma pausada- Supongo que no sabrás que Sócrates murió al instante por beber una copa de cicuta. Que vas a saber inculto.

El otro hombre seguía en el suelo dando convulsiones y con los iris dilatados.

- ¡Ah! Lo de hace un rato era todo teatro.- se dejó deslizar hasta tumbarse en el suelo.- suspiró mientras esperaba.- Supongo que tenía que tener algo más esa bebida para que actuara tan rápido y tuviera aun gusto aceptable para que bebiera tanto- meditaba en voz alta mientras el techo seguía su descenso.- Esto es lo que querías ¿no? Espero que estés satisfecho. Ahora yo solo quiero volver a casa.

La pantalla se volvió a encender pero el techo ya estaba demasiado bajo y por tanto no lo podía ver nadie, pero si podía ser escuchada.

- Enhorabuena. Me dispongo a abrir la puerta.

El techo empezó su subida de forma veloz. En volver a su posición original, una de las enormes paredes se abrió. Entraron dos hombres vestidos con batas blancas.

- Ahora te trataremos el brazo. Lo más seguro es que te quede cicatriz, pero ya no corres peligro.- dijo el que usaba mascarilla.

- Que esto te sirva de aviso, si vuelve a haber una sospecha o un mínimo indicio de que piensas traicionar a Noir. No habrá segundas oportunidades. Tampoco para tu familia.

- Respóndeme una última cosa. – dijo el hombre indicando a los médicos que le dejaran un momento para hablar.- La prueba estaba preparada para que yo tuviera muchas más posibilidades de sobrevivir que la otra persona ¿Verdad?- no hubo respuesta- ¿Por qué sino habría cicuta? Sabéis que trabajo en toxicología.

- Este es el último aviso. Master no te dará otra oportunidad.




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