Los asesinos de Noir

Recordando el pasado


- ¿Qué debemos hacer con estos gemelos?- murmuraban dos mujeres- se han pasado de orfanato en orfanato todo el rato.

- He escuchado que las familias de acogida que los tuvieron fueron incapaces de mantenerlos con ellos.

- Yo he escuchado que ya estuvieron en un correccional y que les dejaron salir. ¿Cómo llegaron a este orfanato viendo el expediente que tienen?

- No lo sé. Mira, que esto quede entre tú y yo. Según he escuchado de la policía, ha habido casos de desapariciones y asesinatos que parecen estar relacionados con ellos.

- ¡Qué me dices! Tenemos a unos locos asesinos en el edificio. – se alarmó

- Las pruebas indicaban que solo era uno de los dos, pero la policía no ha conseguido diferenciarlos. Y se niegan a delatarse el uno al otro. Así que los dos acaban pagando el precio.

- Eso no me tranquiliza. Espero que se los lleven pronto. Si los separaran harían el proceso más fácil y rápido.

Los dos niños, al otro lado de la puerta, estuvieron escuchando la conversación de las mujeres que eran las empleadas de aquel nuevo orfanato.

- No les hagas caso. Yo me encargaré de todo, así que volvamos a nuestra habitación. - susurró uno de ellos.

El otro asintió a punto de lagrimear. Cuando estaban llegando a su cuarto escucharon como desde el pasillo se acercaban pasos de personas y ruido de un bastón que lo acompañaba. Los niños se apuraron a entrar en la habitación algo asustados. El ruido se paró frente a su puerta. Esta se abrió despacio y apareció un hombre apoyado en su bastón y con una chaqueta negra sobre los hombros. Para los niños, aquella silueta fue como tener la muerte parada frente a ellos.

- Nathan y Gabriel – el hombre extendió su mano hacia ellos- Venid conmigo.

Los gemelos se miraron algo dudosos. Uno se puso frente al otro y negó con la cabeza. Volvieron a mirar hacia el desconocido.

- Estáis pensando que os quiero hacer daño ¿verdad? Pero no es así. Odiáis vuestra vida aquí ¿Verdad? Si vienes conmigo puedo darte la sensación que deseas. Golpear hasta estar satisfecho, matar sin que haya culpas ni castigos, usar a quien quieras para lo que quieras. No habría límites para lo que quisieras explorar- se dirigía solo a uno de los dos gemelos.- Una violencia bastante agradable ¿no crees? ¿Qué placer sientes cuando asesinas? ¿Qué sientes tras acabar con una vida? Quieres seguir sintiendo ese sentimiento de dominancia ¿Verdad? Yo puedo encargarme de cubrir todos tus actos, solo tienes que aceptarme.- mantuvo su mano tendida hacia los gemelos. – Yo te enseñaré, a ambos si lo queréis, como cubriros las espaldas y poder ser vosotros mismos sin que haya repercusiones.

Uno de los niños realmente entendió aquellas palabras, y su gemelo sabía cómo acabaría aquello.

- ¿Y qué pides a cambio de esa libertad que nos das?- dijo uno mientras cubría al otro.

- Me gustan esos ojos. – sonrió- A cambio quiero...







- ¡Papá!, ¡Papá! Se te está quemando la comida- exclamaba Brath, para traer de vuelta a Gabriel de sus recuerdos.

- Mierda- apagó el fuego.

- Esto no es típico de ti. ¿Estabas pensando en algo?- se asomó Nathan al oler a chamusquina.- Vaya, en vez de albóndigas comeremos carbón.

Brath y Nathan soltaron una leve risa, pero pararon al ver que Gabriel seguía como en las nubes.

- ¿Pasa algo?- se preocupó Nathan- ¿En qué piensas?

- Por alguna razón me vino a la mente algo de hace mucho tiempo. Pero no es nada importante. ¿Qué tal si vamos a comer fuera? Invito yo- sonrió levemente

- -¡SÍ!- exclamaron al unísono Brath y Nathan mientras se iban a preparar para salir.

- Qué hubiera sido de nosotros si hubiésemos rechazado aquella mano...- murmuró Gabriel mientras se sacaba el delantal y tiraba la comida quemada.


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