La leyenda del
demonio Singajik y el Sacerdote extranjero
Hace mucho, mucho tiempo en un pueblo muy asilado, unos demonios lo asediaban constantemente. El poderoso demonio Singajik, con sus
astutos y enrevesados pensamientos, hizo un pacto con los pueblerinos. Él
alejaría a los demonios inferiores de esas tierras y a cambio, cada tres semanas
se ofrecería como sacrificio a una muchacha del pueblo. Así lo aceptaron. Los
meses pasaron y el pueblo prosperó sin el ataque de ningún demonio. Aun así su
población femenina disminuía. Cuando tocaba elegir el sacrificio, lo hacían por
sorteo. Muchas muchachas quisieron escapar antes de que les pudiera tocar, pero
cuando se adentraban en el bosque no volvían a aparecer. Si se marchaban con su
familia, conseguían volver todos los integrantes a salvo excepto la chica. Los
habitantes atribuían al demonio esas desapariciones de chicas en el bosque. Los
sacerdotes del pueblo temían al poderoso demonio, así que no podían hacer nada
al respecto y eran ellos quienes solían guiar a las sacrificadas por el bosque
de las sombras hasta la guarida de Singajik, donde las dejaban dentro y se
volvía al pueblo solos.
Un día, quiso el destino, que llegara al pueblo un sacerdote
joven. Esté llegó tras oír los rumores de los sacrificios de un poderoso
demonio. Se instaló en el pueblo. Era un hombre alegre y simpático, rápidamente
se hizo amigo de todos los habitantes del pueblo. Este sacerdote tuvo el placer
de conocer a la única sacerdotisa reconocida como tal. Era una chica guapa y
bella, educada y de fina contextura física. Era muy apreciada por todos, casi la trataban de deidad, pues había hecho muchas cosas en beneficio del
pueblo e incluso se le atribuían poderes. Era la única que no participaba en el
sorteo. Pero después de mucho pedirlo, pues ella no quería ser especial, quería
ser tratada como las demás chicas, entro en el sorteo del sacrificio. El joven
sacerdote que se había enamorado de ella, intento hacerla recapacitar, pero
ella no cambio de parecer.
El destino, juguetón como es, quiso que esa semana la
elegida para sacrificio fuera la sacerdotisa. Cambio sus hábitos de
sacerdotisa, por las ropas del sacrificio. Su belleza, aún con esa ropa tan
normal, seguía reluciendo sobretodo. El sacerdote extranjero quiso hacer el
papel de entregarla al demonio, los demás sacerdotes no se veían capaces de
hacer algo tan cruel, así que aceptaron.
Ambos se adentraron en el bosque, el día anterior le habían
explicado el camino, así que no se perdieron. El hombre se pudo percatar de que
el bosque estaba plagado de demonios inferiores, que esperaban poder cazar al
sacrificio, por eso tenían que acompañarlas un sacerdote que las protegiera de
esos ataques. Llegaron a una cueva, con una enorme abertura como entrada. El
sacerdote saco unas ropas similares al de la chica. Le dijo a la joven que se
marchara, que él la sustituiría y se encargaría del demonio. Ella se negaba,
pero él no la escucho y entro disfrazado de mujer.
La cueva era ancha y algo
profunda, al llegar al final, el camino por donde entro quedo bloqueado. Un
demonio de gran envergadura, había bloqueado la salida. El sacerdote le lanzó
un poderoso hechizo, que atravesó el abdomen del Singajik. Este se lanzó contra
el sacerdote y empezó una cruenta batalla. El demonio no parecía cansarse y el
sacerdote no quería rendirse. Entonces algo de luz ilumino la estancia. La
sacerdotisa, quien no había escapado sino que intentaba ayudar a salir de ahí
al sacerdote, abrió un pequeño espacio en el camino bloqueado, el joven hombre
salió por los pelos, antes de que el demonio descargara otro violento ataque.
Entonces, la sacerdotisa cerró el camino y el sacerdote sello esa cueva para
que no pudiera salir nunca más.
Al volver al pueblo, todos los recibieron entre aplausos y
victorias, pues con el sellamiento del poderoso Singajik, los demonios
inferiores también habían desaparecido y ya no habría que sacrificar a nadie
más. Ambos decidieron casarse y cada año renovar el sello para así no tener que
volver a sufrir el poder de Singajik. Y finalmente el pueblo vivió feliz y en
paz.
~Fin~
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